Tenía 16 años cuando las turbulentas aguas de un río lo llevaban a una catarata. A cincuenta metros de la muerte, luego de abandonarse, escuchó: “¡Ezequiel, levántate!”. En ese momento un pez gigante se metió entre sus piernas y lo llevó hasta la orilla. Ezequiel Ataucusi Gamonal sospechó entonces, desde esa tarde de 1934 en Chuquibamba, Arequipa, que Dios le estaba preparando un destino especial.
El Agustino, Lima. 2013. Un hombre yace sobre el pasto amarillento que rodea una cancha de fulbito. Una contracción inconsciente de los músculos de su rostro, ocasionada por una mosca que acaba de rozar sus labios entreabiertos, confirma que está vivo. El olor a alcohol, que está borracho. Duerme mientras avanza por el ineludible camino hacia la resaca. Ropa de ayer por la noche. Zapatillas negras con detalles rojos. Posición fetal.
Allí, mientras sueña el borracho, se realiza una rifa-pollada-parrillada-concierto. Un Megaevento, como apropiadamente está señalado en las tarjetas. Busca reunir fondos para la compra de un terreno para las actividades religiosas de la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal Departamental Lima (AEMINPUDL). Niños y perros corretean por encima del borracho.
Una segunda señal divina llegó para Ezequiel cuando tenía 20 años. Fue despedido de su trabajo en la línea de ferrocarril que unía Mollendo y Matarani, también en Arequipa. Pasó varios días sin comer hasta que Dios puso en su camino un panetón. Compañía elemental del chocolate caliente en verano. Compañía, en consecuencia, del nacimiento de Jesús, hijo de Dios y mesías. Acaso un guiño celeste auspiciado por Motta. El panetón duró aproximadamente seis días. Tiempo suficiente para ser repuesto en el trabajo. Dios lo había hecho de nuevo.
En El Agustino suena la música de Israel es mi Pastor. Banda nueva. A la derecha se fríen las polladas en un par de ollas con aceite hirviendo. Llega más gente. Las colas se hacen un poco más largas. Diez soles la pollada joven. Diez soles también la parrillada y cinco soles el ceviche. Un dirigente aprovecha un intermedio entre canciones para coger el micro. Un saludo especial para Melany Torres que se ha venido desde muy temprano para colaborar con este evento. Melany, que sirve el ceviche, sonríe. Y ha venido desde muy lejos para colaborar todo un ejemplo la hermana. Desde Nueva Cajamarca ha venido a colaborar. Vuelve la música en vivo, esta vez con más rasgos de huayno. Más alegría y más volumen. Unos perros se pelean. El borracho sigue durmiendo.
Luego de que el trabajo en las líneas del tren consumiera su juventud, Ezequiel intenta restablecerse en Tarma. En aquel lugar, en abril de 1955, recibió Los diez mandamientos, Las diez palabras de la alianza directamente de Dios, él los escribió en una pizarra y le ordenó copiarlos en una cartulina. Ataucusi obedeció.
Estos diez mandamientos cuelgan en el escenario, detrás de la banda Israel es mi pastor, divididos en dos gigantografías de un metro de ancho por un metro y medio de largo. En la parte superior: un arcoíris. Debajo se lee LA LEY REAL escrito en Arial color rojo. Fondo blanco y bordes con un patrón que intercala celeste fosforescente y azul. Que no se cuestione su valor estético comparándolo con las sobrias tablas de Moisés en las películas de semana santa; si nacía en Perú seguro hacía lo mismo.

Frente a las colas para comprar polladas la atracción principal es El Tumbalatas. Si alguien logra tumbar las 21 latas se lleva una sanguchera. Sube al escenario otro grupo. Ministerio de alabanzas Nuevo Jerusalén. Con 20 latas, una billetera. Señoras curiosas que salen del mercado 24 de Junio, frente a la cancha del fulbito, preguntan por la rifa. Un sol no más. En una hora. Una cocina industrial. Una bicicleta. Una niña pregunta por los atuendos y las largas barbas de los evangelistas del nuevo pacto. Su madre le dice cállate entre dientes. C´llt.
Cincuenta y siete años atrás, mientras trabajaba en la cosecha de café, Ezequiel Ataucusi Gamonal se había dejado crecer la barba y el cabello sin ninguna razón. El día que fue a una peluquería interrumpió el corte porque vio a Jesús en el espejo. Interpretó esta visión como otro mensaje divino. Este le ordenaba mantener su barba y el cabello largo en señal de obediencia.
Ataucusi, con barba y cabello largo, emprendió una misión evangelizadora durante una década al final de la cual funda el AEMINPU para seguir con dicha misión. Los diez mandamientos del nuevo pacto del que Dios lo había hecho mensajero ya estaban siendo asimilados. No satisfecho con esto, consigue apoyo de comunidades agrícolas y crean el FREPAP para lograr una mejor representación política. Después de postular tres veces a la presidencia, muere. Los más fieles esperaron su resurrección.
En la pollada, a la pregunta de si ha perdido fuerza el AEMINPU luego de la muerte de Ataucusi, las respuestas están antecedidas de un silencio triste. No, dicen. ¿El FREPAP? Tampoco. En el 2010 se anunció una posible postulación de Florcita Polo al congreso por este partido. En Huaraz, intercambian picarones a cambio de firmas para su reactivación. En la pollada sobran pollos y ni siquiera ha sido organizada por el AEMINPU sino por un grupo de fieles que decidió separarse añadiendo “Departamental Lima” al nombre original. Uno de los organizadores coge el micro para animar a los hermanos a comprar para el desayunito de mañana.
El Ministerio de alabanzas Nueva Jerusalén toca una nueva canción. Allí están impresos los mismos diez mandamientos que hace cincuenta y nueve años copió Dios sobre una pizarra. Está la barba sin cortar. La olla con aceite hirviendo. Y la esperanza de que el mesías no se haya equivocado mientras otra mosca explora la oreja del borracho dormido.