*Publicado en La Primera

Despertó con un tajo en el vientre sin saber por qué. ¿Fue porque no sabíamos leer ni escribir? Pregunta ahora y empieza a llorar sin soltar una lágrima. 

Sabina Huillca Condor habla pegada al micrófono. Tiene 44 años, una voz cansada y dos ojos clavados en una flor del jardín en el que se realiza la conferencia de prensa.

La conferencia de prensa fue convocada por Demus y la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos para sustentar el recurso de queja presentado contra la resolución del fiscal Marco Guzmán Baca.

El fiscal Marco Guzmán Baca archivó 2,073 casos de esterilizaciones forzadas realizadas durante el gobierno de Alberto Fujimori. El fiscal Guzmán Baca no dedicó una sola línea de su informe al análisis de los testimonios de las mujeres afectadas.

Sabina viene de Huaynacocha, comunidad de Anta, en Cusco.

Un 23 de agosto de 1996, mientras se imprimía por miles en El Peruano un alegre titular sobre fiscales y derechos humanos, Sabina empezaba a sentir las contracciones que anunciaban la llegada de su última hija y una esterilización que no pidió. No es ironía, son los noventa.

Sus tres hijos anteriores nacieron en casa con la ayuda de su madre. Sin embargo, Soledad quería nacer de pie y no pudieron encargarse. Tal rebeldía prenatal obligó a Sabina y Carlos, su esposo, a subir a un camión en dirección a la posta de Anta. Allí tampoco lograron ayudarla y, luego de pagar 20 soles para el petróleo, volvieron a la trocha para llegar a Cusco. No llegaron.

En un segundo capricho, Soledad nació a medio camino. Media vuelta.

Nosotros somos indígenas. Nosotros cultivamos chacras. Nosotros no sabemos leer, estudiar. Por eso será que este caso lo han archivado. La voz de Sabina pierde fuerza a cada sílaba.

De regreso en la posta de Anta, luego de confirmar el buen estado de Soledad, Sabina y Carlos quisieron irse con ella. No pudieron. El médico argumentó que la madre debía quedarse para hacerle una limpieza. Ante la desconfianza de Sabina, optó por condicionarla, si no aceptaba quedarse no le daría los papeles de su hija.

Aceptó quedarse y al día siguiente una enfermera la despertó a las seis de la mañana. Después de jalarla hasta la ducha la bañó con el chorro helado de una manguera. Nunca la trataron así antes. Le cambiaron de ropa. La llevaron a una camilla. La cogieron entre varios. La amarraron y desconfiada y sumisa y asustada preguntó qué me vas a hacer mamita, dime qué vas a hacer.

— ¿No sabes? Van a limpiarte pues. Eres analfabeta por eso es que no entiendes lo que hablo. Si no me entiendes por qué me hablas — respondió la enfermera.

Sabina, llorando, se puso a rezar. No hubo dios que valga.

Con nuestros hijos hemos llorado,hemos compartido todo el sufrimiento, recuerda Sabina.

Despertó cuando le estaban cosiendo la herida abierta. Los calditos que su esposo le llevó el día anterior redujeron la duración de la anestesia. Le hicieron tres puntos y le dijeron que estaba lista. Lloraba porque no entendía que acababa de pasar. Al salir vio a su hija y cuando apareció Carlos le reclamó confundida. ¿Por qué me has hecho esto? Él, que sabía leer y escribir, seguro sabía también qué le acababan de hacer. No era así. Ambos insistieron hasta lograr una explicación.

—Ahora ya no vas a parir como chancho, como cuy — fue todo lo que consiguieron.

Sabina Huillca Condor fue sometida a una operación de anticoncepción quirúrgica como parte de la ejecución del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar 1996 – 2000.

Durante este periodo se promovió la esterilización de miles de mujeres de zonas rurales. Por medio de engaños, chantajes o de nudos sujetando sus extremidades a camas viejas de postas mal implementadas, fueron privadas de la libertad de decidir respecto a sus vidas.

Dieciocho mujeres murieron.

Sabina vino por primera vez a Lima hace más de quince años. Quería que la curaran. Entonces supo que no había cura posible y desde ese momento busca algo más. No queremos reparación. Nada. Solamente queremos justicia para que esto no les pase a mis hijas o mis nietas.

El 24 de enero de este año el fiscal Marco Guzmán Baca archivó la denuncia contra Alberto Fujimori y quienes fueron ministros de salud durante el desarrollo de esta política. A pesar de lo sucedido con Sabina y otras 2,072 mujeres. A pesar de los testimonios, los documentos escritos (que dan cuenta de un sistema sanciones y recompensas para los médicos), y a pesar del sentido común que llevaría a cualquiera a pensar que miles de esterilizaciones forzadas en distintos lugares del país no son producto de la improbable coincidencia de un grupo de médicos; sino, de una práctica generalizada que, por lo menos, merece ser investigada.

¿Fue porque no sabíamos leer ni escribir? Pregunta, se quiebra y llora sin soltar lágrimas porque ya se le acabaron.